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Mons. Ojea cuenta las impresiones que le dejó su paso por Roma

El obispo de San Isidro, monseñor Oscar Ojea, visitó al papa Francisco junto con el obispo emérito, monseñor Jorge Casaretto, y a su regreso compartió las impresiones que le dejaron los cuatro encuentros que tuvo con el pontífice. 

Monseñor Ojea contó que tuvo la oportunidad de estar con el Papa durante la audiencia general de los miércoles, luego en la celebración de la misa, en la capilla de la Casa Santa Marta, en un encuentro privado y, finalmente, en el cierre del curso de formación sobre la exhortación apostólica Evangelii gaudium

El obispo de San Isidro destacó la cercanía y la dedicación que el pontífice pone en el trato con las personas y la alegría que significó celebrar la misa junto al Santo Padre y rezar por la diócesis. También resaltó el entrañable recuerdo del padre Nicolás Mihaljevic SJ, un anciano sacerdote que fue confesor de ambos y que falleció el pasado 2 de julio. 

Monseñor Ojea también destacó la presencia del obispo emérito, monseñor Jorge Casaretto, quien concelebró una misa de acción de gracias con el Papa por sus 50 años de servicio sacerdotal. 

El obispo diocesano finalmente valoró el aporte a la evangelización que el Papa intenta realizar con su exhortación apostólica y animó a “discernir, purificar y renovar” los corazones y las comunidades para llevar alegremente el anuncio a todos los hombres. 

Encuentros con el papa Francisco
Es una alegría poder compartir con ustedes mi visita a Roma y especialmente mis encuentros con el Santo Padre. Tuve cuatro encuentros con él de distintos modos. 

El primero fue en la Plaza de San Pedro, un miércoles, en la audiencia general, en donde él da su catequesis. Antes de la catequesis, él pasa bendiciendo a la gente por distintos caminitos dentro de la plaza. Había muchísima gente, casi hasta el comienzo de la Vía de la Conciliación. Yo quise ponerme atrás de todo para escuchar cómo la gente esperaba al Papa. Cómo deseaba verlo. Cómo aquellos que tenían chiquitos, buscaban un lugar para poder alcanzar al Papa. Un señor le alcanza los chiquitos y el Papa los acaricia y los besa. 

En los momentos en que el Papa se detiene, hay muchos que le dicen cosas. Algunas cosas el Papa las contesta. A veces se queda un ratito y después sigue el viaje del automóvil. En realidad, me pareció muy emotivo compartir con el pueblo de Dios esta vivencia de esperar al Papa, largamente, como una hora y media, y después participar de la alegría del contacto con él. Es notable lo que significa el contacto del Papa con la gente. 

Francisco dio su catequesis. Luego, por las pantallas, apareció el Papa, saludando, entre otros, a nuestro querido monseñor Casaretto, obispo emérito de San Isidro, con un abrazo muy prolongado. Yo lo podía ver de lejos y desde la pantalla. Estaba sumamente conmovido. 

Es notable como saluda el Papa. El Papa no saluda rápido ni hace que la gente pase rápido, como si fuera un pasa manos. El Papa se detiene ante cada persona. La persona tiene un momentito como para poder decir su palabra. 

Aquellos que pudieron estar más cerca y pudieron saludarlo, seguramente han vivido esta experiencia. Cuando pasa por la plaza ya es diferente porque, hasta acepta un mate, se queda un ratito, termina el mate y sigue de largo. 

Quería detenerme en esto. Qué importante es para cada persona el saludo y que el saludo no sea una formalidad sino que sea un pequeño momento de encuentro donde el Papa escucha y hasta, a veces, hace una pequeña devolución. 

Mi segundo encuentro con el Papa fue en la misa. La misa del jueves fue un momento estupendo. Compartí con monseñor Casaretto la celebración de sus 50 años de vida sacerdotal con el Papa. El Papa nos dijo después de la misa “Acá está San Isidro; San Isidro está completo”. Con el obispo emérito, con el obispo de San Isidro. Créanme que estaban todos ustedes. Estuvieron en mi corazón en la misa. Encomendé a toda la diócesis junto al Santo Padre, que estaba celebrando con alegría las bodas de oro de su obispo emérito, con el sucesor de Pedro. 

Finalmente, la tercera vez que pude ver al Papa fue en la audiencia. Tuve una audiencia de una hora con el Santo Padre, la tarde del mismo día jueves. Lo primero que le dije fue: “¡Qué maravilla la experiencia de la Plaza de San Pedro, poder estar con la gente, viendo tu paso, viendo cómo te esperaban, las cosas que te decían, tu modo de detenerte frente a los chicos!”. Y el Papa me dijo: “Estoy esperando toda la semana que llegue el miércoles, porque es el momento de mayor alegría para mí. No solamente lo espera la gente, sino que también los espero yo”. 

Esto me lo dijo con una enorme sonrisa. Me di cuenta que realmente el Papa necesita este contacto directo con la gente y esto forma parte de algo muy fundamental en su ministerio. 

Tuvimos una lindísima charla. Por supuesto que en un año de no vernos, largo, y de haber trabajado con él tres años, como obispo auxiliar, tenemos muchas personas en común, que conocemos, que nos preguntamos cómo están o cómo van. Compartimos con mucho afecto la vida de amigos comunes y de personas que nosotros conocemos en común. 

Hablamos también del trabajo pastoral de la diócesis. Se mostró realmente muy interesado y mandó una bendición muy especial para toda la diócesis de San Isidro, en su camino pastoral. Finalmente hablamos de alguien muy querido para nosotros dos, que es el padre Mihaljevic, un padre que fue confesor tanto de él como mío. 

Por distintos caminos nos encontramos confesándonos con el mismo sacerdote, que partió a la Casa del Padre el 2 de julio, estando en el colegio Máximo de San Miguel. Así que hablamos de este padre querido, de este amigo querido, que tenía una especialísima devoción a la Virgen, así que terminamos el encuentro con el Papa, con un avemaría y, hablando un poquito antes, de la importancia que tiene la presencia de la Virgen en la vida de nuestro pueblo y en la vida sacerdotal. 

Finalmente me dio la bendición, que quiero compartir de corazón con todos ustedes. 

Lo vi con mucha paz. Lo vi muy bien. Lo vi preocupado por su viaje a Albania, que iba a ser el domingo. Era su tema más próximo. Y lo vi muy contento porque tenía media horita, que nadie sabía, para ir a Santa María Mayor a saludar a la Virgen y a encomendarle el viaje a Albania. Estaba tan contento como un chico que puede hacer un paseo, porque podía salir. Me dijo “nadie lo sabe”. Entonces estaba contento con este detalle de que podría salir un rato a visitar a la Virgen.Lo vi muy bien, lo vi con mucha paz. Lo vi muy seguro. 

Y finalmente el último encuentro. Había un pequeño curso que se daba en Roma sobre la exhortación apostólica de La Alegría del Evangelio, donde participaron obispos, cardenales, laicos, de todo el mundo, de muchos países del mundo. Las ponencias eran de 25 o 30 minutos, así que fue muy rico el aporte de muchísima gente. 

El Papa fue al encuentro y nos dijo tres cosas: 
“La evangelización no es posible sin tener el corazón compasivo de Jesús que se compadeció de la multitud y la vio como ovejas cansadas y agobiadas y dispersas. Ese corazón compasivo de Jesús, si no lo llegamos a tener o si no llegamos a entrar dentro de él, es imposible acercarnos al hermano” 

Lo segundo que nos dijo es: 
“El evangelizador es como aquel que sale a buscar empleados para su viña y sale a cualquier hora y sale muchas veces. Por eso yo quiero una iglesia en salida, esa que esté siempre dispuesta a salir, para invitar, para llamar. Hay uno que es invitado y nadie lo había llamado.

Llamarlo es hacerlo sentir digno de la familia de los hijos de Dios”.

Cuando somos llamados, recuperamos la dignidad. Hay alguien que me llama. Hay alguien que se interesa por mí. Soy útil. Soy valioso. Puedo participar de esta familia. Qué importante es encontrar el camino para poder realizar ese llamado en nombre de Jesús. La invitación a participar de la gran familia de los hijos de Dios”.
 

El tercer pensamiento: 
“La pastoral es el arte de la paciencia. Los cambios se van dando de a poco. El misterio de la Encarnación significa que Dios entró en paciencia. Dios entró en la pasión del hombre, en el sufrimiento del hombre, en el camino largo que supone dolor, sacrificio, constancia, tenacidad, paciencia, fortaleza. 

Entonces nos pidió y nos recomendó esta virtud para todo el camino de la renovación que se avecina en la pastoral de la Iglesia. 

Realmente quiero decirles y compartir con ustedes, que me siento muy feliz de vivir este momento providencial de la iglesia y de estas propuestas del Santo Padre, que nos llevan a discernir, a purificar y a renovar, nuestros corazones y nuestras comunidades. Que dios los bendiga y comparto con ustedes la bendición del santo padre en esta semana que pasé en Roma.

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