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Apremiante llamamiento del Papa: ¡Hermanos y amigos queridos trabajemos juntos por la justicia y la paz, nadie instrumentalice el nombre de Dios para la violencia!

(RV).- (Se actualizó con texto y audio completo del Discurso del Papa) En su visita al Gran Muftí de Jerusalén, en el edificio del Gran Consejo en la Explanada de las Mezquitas, el Papa Francisco, dirigió un renovado y apremiante llamamiento a la paz. «Queridos hermanos y amigos, respetémonos y amémonos desde este lugar santo lanzo un vehemente llamamiento a todas las personas y comunidades que se reconocen en Abrahán: Respetémonos y amémonos los unos a los otros como hermanos y hermanas. Aprendamos a comprender el dolor del otro. ¡Que nadie instrumentalice el nombre de Dios para la violencia! ¡Trabajemos juntos por la justicia y por la paz!»

En el primer acto del tercer y el último día de su peregrinación a Tierra Santa el Papa Francisco, este lunes 26 de mayo, recordó que siguiendo las huellas de sus «Predecesores y, sobre todo, la luminosa estela dejada por el viaje de Pablo VI, hace ya cincuenta años –el primer viaje de un Papa a Tierra Santa–», ha tenido mucho interés en llegar «como peregrino a visitar los lugares que han visto la presencia terrena de Jesucristo». «Pero – añadió - mi peregrinación no sería completa si no incluyese también el encuentro con las personas y comunidades que viven en esta Tierra, y por eso, me alegro de poder estar con Ustedes, fieles musulmanes, hermanos queridos».

(CdM – RV)

Texto y audio completo del Discurso del Papa: 00:05:35:33 

PEREGRINACIÓN DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A TIERRA SANTA CON OCASIÓN DEL 50 ANIVERSARIO
DEL ENCUENTRO EN JERUSALÉN
ENTRE EL PAPA PABLO VI Y EL PATRIARCA ATENÁGORAS

Visita al Gran Muftí de Jerusalén en el edificio del Gran Consejo en 
la Explanada de las Mezquitas

Jerusalén, 26 de mayo de 2014

Excelencia,
Queridos amigos Musulmanes:
Me complace poder encontrarme con ustedes en este lugar sagrado. Les agradezco de corazón la cortés invitación que me han dirigido y, en particular, le doy las gracia a Usted, Excelencia, y al Presidente del Consejo Supremo Musulmán. 
Siguiendo las huellas de mis Predecesores y, sobre todo, la luminosa estela dejada por el viaje de Pablo VI, hace ya cincuenta años –el primer viaje de un Papa a Tierra Santa–, he tenido mucho interés en venir como peregrino a visitar los lugares que han visto la presencia terrena de Jesucristo. Pero mi peregrinación no sería completa si no incluyese también el encuentro con las personas y comunidades que viven en esta Tierra, y por eso, me alegro de poder estar con Ustedes, fieles musulmanes, hermanos queridos...

En este momento me viene a la mente la figura de Abrahán, que vivió como peregrino en estas tierras. Musulmanes, cristianos y judíos reconocen a Abrahán, si bien cada uno de manera diferente, como padre en la fe y un gran ejemplo a imitar. Él se hizo peregrino, dejando a su gente, su casa, para emprender la aventura espiritual a la que Dios lo llamaba.
Un peregrino es una persona que se hace pobre, que se pone en camino, que persigue una meta grande apasionadamente, que vive de la esperanza de una promesa recibida (cf. Hb 11,8-19). Así era Abrahán, y ésa debería ser también nuestra actitud espiritual. Nunca podemos considerarnos autosuficientes, dueños de nuestra vida; no podemos limitarnos a quedarnos encerrados, seguros de nuestras convicciones. Ante el misterio de Dios, todos somos pobres, sentimos que tenemos que estar siempre dispuestos a salir de nosotros mismos, dóciles a la llamada que Dios nos hace, abiertos al futuro que Él quiere construir para nosotros.

En nuestra peregrinación terrena no estamos solos: nos encontramos con otros fieles, a veces compartimos con ellos un tramo del camino, otras veces hacemos juntos una pausa reparadora. Así es el encuentro de hoy, y lo vivo con particular gratitud: se trata de un agradable descanso juntos, que ha sido posible gracias a su hospitalidad, en esa peregrinación que es nuestra vida y la de nuestras comunidades. Vivimos una comunicación y un intercambio fraterno que pueden reponernos y darnos nuevas fuerzas para afrontar los retos comunes que se nos plantean.

De hecho, no podemos olvidar que la peregrinación de Abrahán ha sido también una llamada a la justicia: Dios ha querido que sea testigo de su actuación e imitador suyo. También nosotros quisiéramos ser testigos de la acción de Dios en el mundo y por eso, precisamente en este encuentro, oímos resonar intensamente la llamada a ser agentes de paz y de justicia, a implorar en la oración estos dones y a aprender de lo alto la misericordia, la grandeza de ánimo, la compasión.

Queridos hermanos, queridos amigos, desde este lugar santo lanzo un vehemente llamamiento a todas las personas y comunidades que se reconocen en Abrahán:
Respetémonos y amémonos los unos a los otros como hermanos y hermanas.
Aprendamos a comprender el dolor del otro.
Que nadie instrumentalice el nombre de Dios para la violencia.
Trabajemos juntos por la justicia y por la paz.
¡Salam!»

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