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Francisco encausa el agua tempestuosa y pide transformarla en lágrimas, en una Filipinas probada en su fe por la pobreza y los desastres naturales


Más de 4 millones de personas rezaron bajo amansada lluvia en Manila, el domingo, después de aquella fuerte y ventosa del Tifón de 2 grados, que el sábado obligó al Papa a abandonar anticipadamente Tacloban, donde en la Misa ensopada, el agua de la tempestad se mezcló con las lágrimas largas de los sobrevivientes del trágico Yolanda de diciembre de 2013, que destruyó todo, mató más de 8 mil personas y dejó 15 millones de damnificados.
Las lágrimas de los afectados encontraron cause ancho en la presencia del Vicario de Cristo que afirmó no tener palabras: “tenemos un Señor que es capaz de llorar con nosotros; que es capaz de acompañarnos en los momentos más difíciles de la vida. Tantos de ustedes han perdido todo –dijo el Papa- . Yo no sé qué decirles. ¡Él sí sabe qué decirles! … Tantos de ustedes se han preguntado mirando a Cristo: ¿por qué Señor? Y el Señor responde al corazón de cada uno, desde su corazón. Yo no tengo otras palabras que decirles. Miremos a Cristo, Él es el Señor y Él nos comprende porque pasó por todas las pruebas que nos sobrevienen a nosotros”.
También como la lluvia, las lágrimas se amansaron después de Taclobán, en Manila, desde los ojos de la pequeña Glyselle Palomar, la niña abusada, que preguntó a Francisco entre sollozos ¿por qué sufren los niños?
Después de abrazar estrechamente a la niña y delante de miles de jóvenes que escuchaban atentos, el Sucesor de Pedro fue claro, firme, exigente, profético y devolvió la pregunta: “¿Yo aprendí a llorar? ¿Yo aprendí a llorar cuando veo un niño con hambre, un niño drogado en la calle, un niño que no tiene casa, un niño abusado o usado por la sociedad como esclavo?, o ¿mi llanto es el llanto caprichoso del que llora porque le gustaría tener algo más? Aprendamos a llorar como ella nos enseñó hoy. No olvidemos este testimonio: la gran pregunta, ¿por qué sufren los niños?, la hizo llorando. Y la gran respuesta es aprender a llorar. Jesús, en el Evangelio, lloró…¡Si vos no aprendés a llorar – sentenció –, no sos un buen cristiano! Sean valientes, no tengan miedo a llorar”.
Bajo la lluvia mansa muchos peregrinos a la Misa conclusiva cargaban en sus brazos la imagen del “Santo Niño” Jesús del altar familiar, en la fiesta principal de Filipinas. Vos y yo ¿pediremos con ellos al “Santo Niño” la gracia de aprender a llorar por el dolor del otro, por nuestros pecados?
Desde Filipinas, con Francisco en salida misionera, jesuita Guillermo Ortiz de RADIO VATICANA

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